martes, 29 de noviembre de 2011

Un dios salvaje de Roman Polanski

Roman Polanski se pone tras la cámara para trasladar la obra de teatro "Un dios salvaje" de Yasmina Reza a la pantalla. Y lo que nos ofrece es, evidentemente, cine. Una película que se desarrolla en el piso de una pareja de clase media, formada por el propietario de una ferretería (John C. Reilly) y una ama de casa con aspiraciones culturales (Jodie Foster), a la que llega otra pareja de una escala social superior, cuyos componentes son un abogado que trabaja para una multinacional farmacéutica (Christoph Waltz) y una inversora (Kate Winslet). Todo, para poner negro sobre blanco el episodio donde el hijo de la familia de un status superior golpea con un palo al otro, rompiéndole la mandíbula y perdiendo unos dientes.
Y lo que en un principio es una visita de cortesía, donde lo políticamente correcto y las convenciones sociales, son fronteras que no se quieren traspasar para no molestar ni enojar al contrario; poco a poco, y de manera sibilina, subrepticia y retorcida, la conversaciones irán girando hacia una lucha de clases entre ambas parejas.
Pero ahí no queda la cosa, y ésto es lo que hace que no me crea y pierda valor lo que veo, de un dos contra dos, se pasa a todos contra todos. Llega el momento donde lo único importante es salvarse uno mismo de la quema, así que el que hace dos minutos era tu peor enemigo, se convierte inmediatamente en tu compañero de fechorías, para de esa manera salir airoso de la situación y dejar en evidencia al contrario.
Mención especial para el póker de actores, que bordan sus personajes.

1 comentario:

  1. No he visto la película, de la que tengo buenas (excelentes) referencias de la crítica periodística española; pero sí tuve la oportunidad de ver la obra de teatro, con Maribel Verdú, Pere Ponce, Antonio Valero y Aitana Sánchez Gijón: me gustó, y fue precisamente por eso que no acaba de convencer a nuestro bloguero de la peli de Polanski: el cambio continuo de pareceres de los protagonistas, su volubilidad, su maleabilidad según sus intereses personales, aunque siempre con la idea de grupo, o de manada, como telón de fondo: somos humanos y nuestra tendencia es, por naturaleza, a la supervivencia; pero tenemos un espíritu gregario que nos pierde, la mayoría de las veces: son las malditas convenciones sociales.

    P.D.: Habrá que ver la película para opinar sobre ella.

    Un saludo.

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