martes, 17 de junio de 2014

Sólo los amantes sobreviven de Jim Jarmusch

Al igual que en su magistral "Ghost dog: el camino del samurai", Jim Jarmusch se adentra en un cine de género para, manteniendo su esencia, darle un toque personal. Si Forest Whitaker encarnaba a un samurai que era todo lo contrario al imaginario colectivo de su figura, situando la acción en una época actual y otorgándole todo el valor moral que se le presupone; ahora el protagonismo de la Historia lo soportan Adán y Eva, un exquisito Tom Hiddleston y una inmarchitable Tilda Siwnton, ¿será una auténtica vampiresa?
A partir de la inmortalidad de nuestros vampiros, Jarmusch nos despliega lo que las grandes figuras de cada una de las épocas en que vivieron dieron a la humanidad, ahí está el mural de sus imprescindibles, y cómo fueron correspondidos por ella. El mal uso que ha hecho la sociedad de las bondades de la Tierra, en contraposición a la belleza que ella nos aporta, está acabando con este mundo e indirectamente con ellos.
Si la acción, antes del exilio final en Tánger, se sitúa en Detroit no es por casualidad, convirtiéndose en un actor más de la historia. La que fuera la cuna del motor y de la Motown, la música es la gran pasión de Adán, se ha convertido en una ciudad fantasma y desolada - la primera que se ha declarado en bancarrota en EE.UU. y lugar donde (desgraciadamente) hace furor el ruin porn -, el lugar adecuado donde uno puede vivir sin ser observado, evitando el contacto con los humanos salvo para suministro de mercancía vital.
Una película que, tras el traspié de su anterior "Los límites del dolor" y algun tono cursi y ampuloso en los textos - esas citas y latinismos -, posiciona a su director en primera fila.

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