viernes, 31 de octubre de 2014

Dos días, una noche de Jean Pierre & Luc Dardenne

En el tipo de sociedad en el que vivimos hoy, las relaciones sociales, e incluso las laborales, están presididas por una pantalla. La transmisión de información, uni/bi/multidireccional, se realiza sin ningún contacto, simplemente se enumera lo que se está haciendo, apoyándose en imágenes que hacen que la experiencia se asemeje a algo real. La fisicidad, se ha perdido.
Hablar cara a cara con la gente para tratar temas mayores está en desuso y se convierte en un acto de valentía. Éste es el paso que debe dar Sandra, una terrenal Marion Cotillard, para evitar ser despedida de su trabajo.
El capitalismo sólo sabe de números, y a fecha de hoy, de escurrir el bulto. Es más fácil cargar el muerto a tus compañeros, delegando la decisión final en ellos, que tomarla uno mismo. Ante la disyuntiva de coger una prima o mantener un puesto de trabajo de una compañera, que además está de baja, lo fácil es coger el dinero, para usos más o menos prosaicos, y salir corriendo.
Pero Sandra dispondrá de una última oportunidad. El jefe es magnánimo y le da la opción de hablar con sus compañeros durante el fin de semana, para intentar convencerles de que cambien el sentido de su voto y pueda quedarse. Acompañada de su marido se subirá a una montaña rusa de emociones, desde el inicial optimismo hasta la más absoluta desesperación.
El inconfundible estilo de los hermanos Dardenne, cámara en mano y rodando sin artificios, retrata a sus personajes sin juzgarlos, exponiendo sus pros o sus contras con respecto a la decisión que han tomado; mostrando la catadura moral de cada uno de ellos, de la que saldrá vencedora Sandra en un acto ejemplarizante, mostrando la mejor actitud ante la adversidad.

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