viernes, 23 de diciembre de 2011

Restless de Gus van Sant

Al igual que en la sublime "Paranoid park", Gus van Sant vuelve a tratar el tema de la muerte, aunque de una manera y con un resultado totalmente opuesto. Si en "Paranoid park" un joven skater causa la muerte de manera indirecta a un guarda de seguridad y toda la película, corta de excesivos diálogos, se centra en el pensamiento y las consecuencias del accidente y, además, se encuentra rodada de manera gris en concordacia a la sensación y situación que debe soportar el chico; en "Restless" la luz irradia desde el interior de los protagonistas y está presente en cualquier escenario, la verborrea entre ellos fluye constantemente y todo es dulce, tanto que llega a empalagar y se hace de difícil digestión.
El joven Enoch (Henry Hooper) se dedica a ir a entierros, adecuadamente vestido como si fuera un familar/amigo del difunto, para ¿redirmirse? de su infeliz existencia. En uno de ellos, la también adolescente Annabel (Mia Wasikowska), le caza y pretende jugar con él al mismo juego; aunque inicialmente él la evita a toda costa, hasta que ella le salva de una encerrona. Evidentemente, la semilla de la amistad germina en ese momento y crecerá entre ellos, aunque rápidamente sabrán que su historia de amor tiene fecha de caducidad.
Pero nada de lo que ocurre en la pantalla nos hace pensar que la historia entre ellos funcione, nunca se llega a empatizar con los personajes, simplemente van pasando cosas en la pantalla con la que no llegas a conectar y te parece inviable que lo que se cuenta pueda llegar a suceder.

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