viernes, 31 de agosto de 2012

L'Apollonide (Casa de tolerancia) de Bertrand Bonello

El tema de la prostitución se ha tratado de mil y una maneras en multiples disciplinas con resultados sobresalientes, en la pintura no nos podemos olvidar del fundamental cuadro "Las señoritas de Avignon" de Pablo Picasso, contemplarlo en el MoMa es una experiencia inolvidable, y recientemente he escrito aquí sobre la novela gráfica "Pagando por ello" de Chester Brown.
En unas coordenadas muy diferentes a Brown, pero similares a la de Picasso, nos ofrece Bertrand Bonello, un director desconocido para mi, un retrato extraordinario, a ratos claustrofóbico y siempre inquietante, sobre las vicisitudes de las habitantes de una casa de tolerancia, "no una casa de putas" como bien nos deja claro la Madame encargada del negocio.
Nos sitúa la acción en un intervalo de tiempo muy concreto, entre el último año del siglo XIX y el primero del siglo XX, en París. Este burdel está situado en un edificio enorme, donde conviven todas las chicas y donde pasan todo el tiempo. Allí descansan, se alimentan, se entretienen y, por supuesto, ejercen su oficio; mientras la Madame cuida de que no les falte nada y que se encuentren en las mejores condiciones. Todo el rodaje se produce en interiores, salvo en dos momentos puntuales, uno a mitad de la película en donde todas las chicas salen a un parque para disfrutar de la naturaleza, y al final, a modo de epílogo demoledor.
Es entre las cuatro paredes donde se encuentran encerradas donde contemplamos sus vidas. Cada una de ellas es singular aunque juntas forman un grupo homogéneo, todas se ayudan y se miman y cuidan entre ellas, son una auténtica familia; aunque lógicamente en algún momento todo se va al traste. Bonello nos lo muestra de forma cruda, sencilla y concisa - cómo son seleccionadas por sus amantes y las filias de éstos, la iniciación de las chicas en el negocio y las trampas que conlleva, las revisiones médicas, sus miedos y dudas, tanto como sus esperanzas -, de manera parsimoniosa y subrayando pequeños detalles de manera insistente a modo de bucle; saltando en el tiempo, hacia adelante y hacia atrás; dividiendo la pantalla en cuatro de manera magistral, mientras vemos múltiples acciones al tiempo. Y de manera exquisita, al igual que Sofia Coppola en la reivindicable "María Antonieta", utiliza música extemporánea en momentos concretos, destacando el baile de las chicas en un momento trágico, a la par que hipnótico, con "nights in white satin" de The Moody Blues.

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