sábado, 30 de marzo de 2013

Érase una vez en Anatolia de Nuri Bilge Ceylan

El arranque, tras los títulos de crédito, de esta memorable "Érase una vez en Anatolia", nos retrotrae al de su (hasta ahora) más destacada película, "Lejano".
Si en "Lejano", un plano fijo nos mostraba en la lejanía un pueblo del que salía una persona y ésta cada vez se acercaba más a nosotros hasta traspasarnos; en "Érase una vez en Anatolia" volvemos a tener ese mismo plano fijo aunque cambian sus protagonistas, ahora tenemos una carretera sinuosa por donde circulan tres coches en una noche cerrada, los delatan sus luces, los cuales pararán en una curva cercana a nosotros, de donde saldrán sus ocupantes.
La búsqueda del cuerpo finito de uno de los tres amigos que aparecen al principio, cuya localización tardaremos en descubrir por lo similar de la orografía, es la excusa que usa Nuri Bilge Ceylan para adentrarse a fondo en sus personajes principales y en el entorno en que les rodea. A partir de ellos - un comisario, un fiscal, un forense y el asesino -, radiografía al país, clientelismo, uso del poder, falta de recursos, emigración; y sobre todo el alma rota de cada uno de ellos.
Pues aunque nos encontremos en una película mayoritariamente masculina, son las mujeres, que aunque aparezcan fugazmente o se hablen de ellas sin llegar a conocerlas, las que tienen un papel fundamental. Ellas son las que dan (sin)sentido a las vidas de los hombres, las que manejan los hilos en todas las relaciones, ocupando sus parejas un lugar secundario.
En esta película que va de lo personal a lo universal, de lo banal a lo moral, Ceylan se toma el tiempo necesario, 150 minutos, para que saboreemos lo que vemos en la pantalla.

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